Después de doce años de entrega y servicio total, un día de junio, como todos los domingos cuando celebraba la misa,subió al púlpito y comenzó su homilía con las siguientes palabras: "Queridos hermanos, nosotros, los leprosos"....
Fue su peculiar manera de informarles de que también él compartía totalmente con ellos su aflicción.
Vivió cuatro años más,trabajando por ellos y defendiendo sus derechos ante el Gobierno, hasta que le llegó su hora.Su incondicional solidaridad con el "desecho" de la sociedad constituyó un formidable ejemplo para todo el mundo.
"Soy un arco en tus manos, Señor.
Ténsame para que no me agarrote.
Pero no demasiado, no sea que me rompa.
¡Ténsame todo lo que quieras, Señor!
¡Qué importa si me rompo!"
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